y... ¿Cuál es el problema?

 El siglo XXI trajo consigo un acelerado avance de la tecnología, pero no fue solo eso lo que llegó, de la mano del nuevo milenio vino el fenómeno de la liberación sexual y con él, el aumento desmedido de la indiferencia, la exclusión y el desdén hacia todo aquello que sea diferente a lo establecido. En los días del dios Vicente, que siempre va a donde va la otra gente, es una desfachatez pensar en los derechos de los homosexuales, en cambio no lo es, aceptar que los dirigentes políticos se repartan el país a tajos como si fuera una torta y que encima de todo entren en disputa por quién tiene el pedazo más grande del pastel, tampoco parece aberrante que el maltrato hacia los niños y los ancianos sea el pan de cada día y que el desempleo, el hambre, la desigualdad social, el aborto y otro tanto de miserias estén en último lugar de problemas a solucionar. Queda entonces una pregunta sobre la mesa, una pregunta que debería abrir uno de tantos infructuosos debates de candidatos presidenciales. ¿hasta cuándo ser diferente será un delito que deba ser castigado con la indiferencia?.